François Truffaut
La pasión cinéfila
Apasionado del cine, revisaba constantemente los clásicos con fervor casi religioso. Cinéfilo ante todo, François Truffaut fue también un revolucionario de la crítica, que contagiaba a sus lectores el amor por el cine al tiempo que derrumbaba los absurdos prejuicios de los intelectuales del Séptimo Arte. Supo expresar su particular visión del mundo en sus películas como director, siempre pobladas de personajes que reproducían su pasión por el cine, el arte, la literatura las mujeres y la vida. "¿Qué es un director de cine? Un hombre que responde a preguntas de todo tipo. Algunas veces, conoce las respuestas", decía él mismo sobre su profesión, en uno de los diálogos del personaje que interpretó, el director de cine de La noche americana.
Nacido en la capital francesa, el 6 de febrero de 1932, François Truffaut era hijo de madre soltera y tardó muchos años en conocer a su auténtico padre. El arquitecto y decorador Roland Truffaut -compañero sentimental de su madre- le inscribió en el registro como hijo suyo.
Resultó providencial para Truffaut su encuentro con André Bazin, el patriarca de la crítica francesa. El chico había creado su propio cineclub, 'Le Cercle Cinémanie', que financiaba gracias a su trabajo como mensajero y chico para todo en un mercado. Sus sesiones no tenían el éxito esperado porque coincidían con el cine club del profesor Bazin. Ni corto ni perezoso, el chico -que tenía 16 años- se fue a ver a Bazin, ¡para exigirle que cambiara el día de sus proyecciones! A éste le cayó en gracia, se convirtió en su protector, y le contrató como secretario personal y para escribir en sus revistas, un trabajo que le libraría del reformatorio. "Me proporcionó mi primer trabajo interesante, es decir, ligado al cine (...). Puedo afirmar que le debo todo lo bueno que me ha ocurrido desde entonces. Bazin me enseñó a escribir, corrigió mis primeros artículos en 'Cahiers du Cinéma', y progresivamente me llevó a la dirección. Cuando falleció el día 11 de noviembre de 1958 yo había empezado precisamente la víspera el rodaje de mi primera película, Los cuatrocientos golpes. Sólo llegó a leer el guión", explicó Truffaut.
Su álter ego, Antoine Doinel (Jean-Luc Godard), en una escena de "Los 400 Golpes"
El lugar donde Truffaut más aprendería sobre cine fue la Cinemateca Nacional de París. Allí devoraría cantidades pantagruélicas de cine, aunque le marcaron especialmente los grandes clásicos del cine americano, sobre todo John Ford, Howard Hawks, Nicholas Ray y Alfred Hitchcock, al que le dedicaría posteriormente un libro legendario. En la revista 'Cahiers du Cinéma' -cofundada por Bazin en 1951-, Truffaut colaboraría junto con Jacques Rivette, Jean-Luc Godard, Claude Chabrol, con Eric Rohmer de editor. Todos estos jóvenes talentosos cambiarían para siempre el cine francés, porque se convertirían en los impulsores del movimiento conocido como Nouvelle Vague.
A principios de 1954, Truffaut escribe en 'Cahiers' su artículo más famoso, 'Une certaine tendence du cinéma française' (Una cierta tendencia del cine francés), punto de partida de las teorías de la Nouvelle Vague. El escrito atacaba sobre todo las adaptaciones literarias y producciones acartonadas del cine francés, que sólo se ocupaban de la 'qualité' pero se olvidaban de aportar el punto de vista personal del director al film.
En 1954, Truffaut siente la necesidad de hacer él mismo cine, y debuta tras la cámara con el cortometraje Une visite, seguido de Les Mistons. Le ayudó a obtener financiación y seguir rodando películas el contraer matrimonio en 1957 con Madeleine Morgenstern, hija de un importante distribuidor. Aunque tuvo dos hijas con ella, acabó divorciándose en 1965. Mientras duró el matrimonio, su suegro le financia la producción de su primer largometraje, Los cuatrocientos golpes, basado en su propia juventud, y que se convertiría en uno de los primeros largometrajes de la Nouvelle Vague, tras El bello Sergio, de Claude Chabrol. Truffaut tenía muy claro que el protagonista debía ser un chico que se pareciese mucho a él. Para reclutarle puso un anuncio en el periódico al que respondieron cientos de chavales. Finalmente eligió a Jean-Pierre Léaud, hijo de una actriz y un asistente de guionista, que era tan conflictivo y mal estudiante como él. "Les hacía preguntas bastante sencillas, puesto que mi objetivo era encontrar un parecido más moral que físico con el niño que yo creía haber sido", escribía Truffaut en 'Les adventures d'Antoine Doinel'. Con el film, que recibió el premio al mejor director en Cannes, los analistas empiezan a hablar de una ruptura en el cine francés y se pone de moda el nuevo movimiento. Aparecen decenas de seguidores que rodaban en la calle, cámara en mano, películas que pretendían sobre todo reflejar la realidad.
En su segundo trabajo como director, Tirad sobre el pianista, Truffaut había decidido abandonar la temática autobiográfica, y acometer la adaptación de una novela de David Goodis, que homenajea al cine negro que tantas alegrías le había deparado en la gran pantalla. Sin embargo, no tuvo el mismo éxito que su ópera prima, sobre todo porque el público huía en masa de los filmes de la Nouvelle Vague, que identificaban como excesivamente intelectuales. Por lo visto, los espectadores preferían ir a ver precisamente las películas de los directores atacados por la Nouvelle Vague. Al final, el movimiento se disgrega, sobre todo por la rivalidad entre sus propios miembros, que en su mayoría acaban integrándose en el cine francés más comercial.
Obsesionado por analizar los efectos de una infancia tan desastrosa como la suya, Truffaut inició una saga de películas protagonizada por Antoine Doinel, el personaje de Léaud en Los cuatrocientos golpes. El director muestra al personaje descubriendo el amor en Antoine y Colette, uno de los cortos que integran El amor a los 20 años. En Besos robados, Doinel se enamoraba de una chica que pertenecía a una familia estable, prototipo de la que siempre había querido tener, tanto el personaje como el propio Truffaut. En busca de su propio hogar, en Domicilio conyugal, el personaje se casa y tiene un hijo. Quizás, el menos interesante de la serie es la última entrega, El amor en fuga, donde el mismo Doinel ha destruido su estabilidad familiar, se ha divorciado y tiene una nueva pareja con la que las cosas no van muy bien.
Truffaut recuperó el tema de la infancia perdida en una de sus mejores películas: El niño salvaje. Allí, analiza la falta de afecto y comunicación humana en un chico que fue abandonado y que ha sobrevivido por sus propios medios en un bosque. El propio Truffaut se adjudicó el papel del Dr. Itard, que se esfuerza por comunicarse con el protagonista, e integrarlo en la sociedad. La relación entre los educadores y los niños es también tratada por Truffaut en La piel dura, que sigue los pasos de los alumnos de un colegio.
El cineasta rindió homenaje a sus pasiones culturales. Por ejemplo, recrea el mundo del cine en La noche americana, que reconstruye un rodaje. También rindió tributo al teatro en El último metro, sobre un grupo de actores durante la ocupación nazi. Truffaut -que siguió siendo toda su vida un lector compulsivo- reivindica el valor del libro en Fahrenheit 451, adaptación de una novela de Ray Bradbury que presenta una sociedad futurista donde la lectura está prohibida. Ya había homenajeado a su adorado Balzac en Los cuatrocientos golpes -donde el protagonista le dedica un altar al escritor-, mientras que Diario íntimo de Adele H. recrea la historia real de la hija de Victor Hugo. Truffaut también sería el autor de correctas adaptaciones literarias, como Las dos inglesas y el amor, La sirena del Mississipi, La habitación verde o Vivamente el domingo, su último trabajo.
El admirador de grandes directores estadounidenses se convirtió a su vez en inspiración para los cineastas de Hollywood que llegaron después. Especialmente para Steven Spielberg, que se declaró seguidor suyo, y le contrató para interpretar al científico de Encuentros en la tercera fase, que intentaba comunicarse con los extraterrestres, como su personaje en El pequeño salvaje hacía lo propio con el niño protagonista.
El director falleció prematuramente, a los 52 años de edad, a consecuencia de un tumor cerebral, el 22 de octubre de 1984, en las cercanías de París. Llevaba en estado de coma diez días, en los que estuvo acompañado por Fanny Ardant.
Películas como Director de François Truffaut
Vivement dimanche!
La femme d'à côté
Le dernier métro
L'amour en fuite
La chambre verte
L'argent de Poche
L'Histoire d'Adèle H.
La nuit américaine
Une belle fille comme moi
Les deux angalises et le continet
L'enfant sauvage
Domicile conjugal
La Sirène du Mississipi
Baisers volés
La mariée était en noir
Fahrenheit 451
La peau douce
Jules et Jim
Tirez sur le pianiste
Les cuatre cents coups
James Wong Ho: Emigrante chino y de larguísima trayectoria, se le reconoce como uno de los mejores directores de fotografía del cine americano. En Cuerpo y Alma de Robert Rossen fija el solito toda una estética alrededor del boxeo que llega hasta nuestros días en títulos como Toro Salvaje o la citada Million Dollar Baby. Chantaje en Broadway es otro portentoso y contrastado trabajo en B&N a revisar entre cientos de trabajos.
Gregg Toland: Gran parte de la revolucionaria estética de Ciudadano Kane es culpa suya. Mucho se ha escrito sobre la profundidad de las tomas gracias al uso de la profundad de campo y una cuidada iluminación, también de los ángulos de cámara y objetivos seleccionados. Entre sus trabajos de referencia tampoco puede faltar su fantasmagórico trabajo en las Uvas de la Ira de John Ford.
Christian Matras: El hombre detrás de la cámara de la última etapa francesa de Max Öphuls. Exuberantes movimientos de cámara e iuminaciones, pero también alocados travellings y ángulos de cámara. Quiza no tanto en el plano técnico como en el púramente visual, pueder ser una fuente de inspiración.
Gordon Willis: Poco más se puede decir de "El Príncipe de las Tinieblas". Tan sólo disfrutar de sus trabajos con Coppola y Woody Allen, además de su espectacular uso de lentes dióptricas en Todos los Hombres del Presidente.
Henri Decaë y Raoul Coutard: Responsables de la fotografía de los títulos más importantes de la Nouvelle Vague francesa. El primero con toda una piedra angular como Los 400 Golpes, pero también con las sugerentes iluminaciones y contrastada fotografía del cine de Jean Pierre Melville. El segundo sobre todo con su colaboración con Jean-Luc Godard, donde prima sobre todo la iluminación natural y un estilo de aspecto directo.
Edmon Richards: Su descomunal labor en Campanadas a Medianoche basta para citarlo en culaquier lista. También a destacar su trabajo en El Proceso de Welles.
Néstor Almendros: Nuestro Nestor, toda una institución dentro de la fotografía "naturista". Larguísima colaboración con Rohmer, pero también a destacar sus trabajos Truffaut (El Pequeño Salvaje) o Alan J. Pakula (La Decisión de Sophie). Para la Historia queda su impresionante trabajo en Días del Cielo de Terrence Malick, reconocido con el Oscar a la mejor fotografía en 1978.
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